martes, 18 de noviembre de 2008

Julio Cortázar


Con qué tersa dulzura

me levanta del lecho en que soñaba

profundas plantaciones perfumadas,

me pasea los dedos por la piel y me dibuja en el espacio,

en vilo, hasta que el beso se posa curvo y recurrente

para que a fuego lento empiece la danza cadenciosa

de la hoguera

tejiédose en ráfagas,

en hélices, ir y venir de un huracán de humo

-(¿Por qué, después,lo que queda de mí es sólo un anegarse

entre las cenizas sin un adiós,

sin nada más que el gesto de liberar las manos ?)

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